Hoy les iba a hablar de mi pasión por las montañas, de mi amor desenfrenado por el Cid,y las relaciones que uno puede encontrar entre subirlo y lo que la gente llama vida.
Pero un extraña sucesión de acontecimientos me ha llevado a hablarles de las nubes. Y es que un día probé a caminar sobre ellas, mejor dicho entre ellas. Y la sensación fue espectacular. Aquella primera vez, fue una nube con olor a vainilla la que se ocupó de que mis pulmones levantaran al corazón y le animaran a cantar. Poco duró aquella nube en mi paseo, pero siempre ha ido y ha venido.
Desde entonces, me he encontrado de todo, hasta una tormenta que casi me mata y de la que costó salir.
El problema es que he vuelto a jugar con la nube de vainilla, y de repente me entraron temores de que una tormenta volviera no me di cuenta, no lo vi venir, que bajo mí las nubes no me sujetaban, y que caí sin paracaídas. Y que caí en un desierto. Y en los desiertos, te pierdes.
2 comentarios:
ñññ
seguro que sabes volaaaaar, y así volver a la snubes Feeeer!
copon, no me hagas decir parlabrostias... Vuela vuelaaa(K)
las nubes de vainilla nos pierden por ser nubes i por ser de vainilla.
A lo mejor en el desierto, perdido, eres tú el que marca el camino, sin nubes, i sin vainilla :)
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