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lunes, 27 de julio de 2009

Alfredo Capirote en el bosque


"Lo siento pero es que me pareces un personaje de ciencia ficción, quiero decir, de fantasía, sí, de fantasía más bien, porque cuando te veo, al instante estoy en un bosque, en un bosque de los de árboles grandes y retorcidos. Tus orejas tienen punta, ¿lo sabías?, eres el hada más bonita que he visto nunca y por donde pisas salen florecillas. Hueles muy bien, hasta veo faunos que tocan hermosas melodías al tenerte cerca. Sí, ya sé que los faunos dan un poco de mal rollo, pero con otra gente veo cosas peores, ¿eh? no te asustes... pero es que me haces volar, basta con que digas un par de palabras bonitas. ¿Sabes cómo acerté con las flores? Me lo dijeron unos duendecillos que viven contigo en el bosque, ¿loco?, espera no, igual sí que estoy un poco loco, ¿he dicho un poco?, ¡un mucho! y en parte es por ti, que sí, por ti, no, no, no te vayas, sólo te pido que te quedes cerca de mí, me gusta este bosque, te prometo que no tocaré nada y que no hablaré con los duendecillos, aunque les iba a preguntar por tu color favorito..."

El torpe de Alfredo Capirote, el hombre que le hacía fotos a los chicles del suelo, enamorándose.

lunes, 22 de junio de 2009

Calla

Tan bonitos los ojos
que están cubiertos por el cielo
tan bonitos tus labios
bendecidos por un cáliz de fuego
tan bonitos los versos
del poeta que muere callado.

Y tan bendita tu suerte
de ser amada, de ser amada
amante que hasta la muerte
reza, pide, ruega y reclama.

Tan lejos está tu alma
y por esto muere el poeta
tan poca noche calma
y tanta noche en vela.

Y tan maldita su suerte
poeta que muere, yace
poeta muerto por no verte
corazón que ya no late.

Fer

martes, 5 de mayo de 2009

Pues el otro día...




... resulta que me desperté en mitad de la noche. El problema es que no desperté en ninguna de las camas en las que acostumbro a despertarme. Aquella cama no la reconocía, y menos aun, la habitación. Era una habitación toda de madera, con grandes ventanales en las paredes a los lados de la cama y una puerta en la pared de enfrente. Podía ver todo perfectamente por la intensa luz de la Luna que entraba por uno de los ventanales, así pues, me levanté y me dirigí al ventanal. Me encontraba en un piso elevado, en un edificio en mitad de una pequeña isla, y justo delante de mí, el mar y una inmensa Luna que flotaba en el agua, y lo digo así, porque la Luna que podía ver era tan grande y estaba tan sumergida en el agua, que así lo parecía. Tan grande era que sentía que estaba de cerca, de verdad flotando en el agua. Cuando veo una luna tan grande, no puedo evitar lanzarle algo así que arranqué un pomo de la cama y lo lancé con todas mis fuerzas. Cuando le das a la luna con algo, la curiosidad se multiplica de formas desconocidas, así que del edfició que me bajé, las palmeras atravesé y a la playa llegué.
El reflejo en el agua presentaba lo oscuro del cielo, y un reflejo grisáceo de la luna. Sin más me metí al agua y comencé a nadar en dirección a la Luna.
Quizás, cuando llegué a la donde la Luna flotaba, debió sorprenderme el hecho de que estuviera allí flotando, o quizás el hecho de que pese a tener una capa dura que hace las veces de suelo, por algún agujero pude ver que la Luna está rellena de queso, y no de cualquier queso, de queso Philadephia, lo que me sorprendió de veras, fue que hubiera una cuerda para trepar por ella.
Tras trepar varios metros, cuando pude caminar sobre la superficie, me encontré con un enano. Un enano enfundado en un traje verde que me dijo:
-¿Tú eres el que viene a ver a la hermosa dama?
A lo que contesté:
-¿Tú no?
Y el con ceño fruncido me dijo:
-No, jamás he sido capaz de atreverme. Dicha dama, vive en una rosa blanca que encontrarás si sigues caminando. Y aunque jamás la ví, dicen que es la más bonita del universo, y además si puedes decirle de qué color son sus ojos, te jura amor eterno.
A mí que me llamó mucho la atención el caso, me dirigí ni corto ni perezoso a la gran rosa blanca, atravesé los pétalos y guiado por mi olfato, la encontré.
Estaba de espaldas, tenía un pelo muy oscuro, una piel muy pálida y las orejas de punta.
-¿Qué haces aquí?-exclamó.
-Vengo a decirte de qué color son tus ojos-repliqué.
-Espero que sepas que no puedes mirarme a la cara.
A lo que no supe que responder, y ella continuó:
-Imagino que al llegar aquí, te habrás encontrado con un enano, que te habrá enviado hasta mí. Dicho enano, puso una maldición sobre mí y si miras mi rostro, te transformas de inmediato en un queso gruyer.¿Sigues queriendo decirme de qué color son mis ojos?
A lo que yo, que ardía en deseos de verle el rostro y lleno del ingenio que me caracterizaba le contesté:
-Me arriesgaré, y te diré pues, que si tus cabellos son oscuros como el cielo, tu piel pálida como el suelo donde estamos y tu vestido blanco como la rosa, tus ojos deben de ser, por ende, grisáceos como el reflejo de la luna en el mar.
Los pétalos de la rosa se cayeron, y quedándonos al descubierto, la dama se giró, y efectivamente era hermosa, tan hermosa que dolía. Y de entre sus deliciosos labios salió lo siguiente:
-Te agradezco que me hayas librado de mi maldición, pero el enano no sólo te engañó sobre mi maldición, pues seguramente te dijo que yo te juraría amor eterno, pero eso es algo que yo jamás haré.
Me dió un beso en la mejilla y se marchó.

Dedicado a quien está descubriendo la noche.